Hablar de Michoacán

Cuando alguien me pregunta el por qué me gusta Michoacán, por qué siempre hablo con tanta pasión de ese estado y por qué lo presumo tanto, mi respuesta siempre está encaminada a recordarme a mi mismo lo que tanto me conmueve: Michoacán es especial. Aunque honestamente me resulta difícil describir mi fascinación por este lugar.
No solo porque es el estado donde nací, o por su gastronomía y sus pueblos mágicos; al estar en cualquiera de sus 113 municipios encuentras un lugar para recordar, algo que hacer y algo que probar. A lo largo de sus 7 regiones turísticas se distingue su riqueza y diversidad cultural:
La zona centro con su majestuosa ciudad de cantera rosa, Morelia
La zona lacustre, con Pátzcuaro y sus alrededores
La meseta purépecha, su Parque Nacional y el volcán Paricutín
El oriente, hogar de la mariposa monarca
El occidente, donde se encuentra el surreal lago de Camécuaro
La costa, aguas cristalinas de playas que bañan sus 213 kilómetros
El valle de Apatzingán, la tierra caliente y cuna de la agricultura en Michoacán

8 pueblos mágicos, 6 patrimonios culturales de la humanidad, sus artesanías, sus paisajes, sus
colores y su música son tan sólo algunas de las razones por las que cualquier viaje a Michoacán, corto o largo, valdrá la pena; lo que hace que un pueblo tenga espíritu sin embargo, es sin duda su gente.
La calidez de los michoacanos es incomparable: gente que canta, que trabaja, que ríe, que hace de su vida diaria un ritual y que celebra la vida y también la muerte. No en vano que se haya hecho fama de ser el alma de México.
